martes, 7 de mayo de 2013

Dieciséis añitos.




A mis dieciséis años yo pensaba estar enamorada, todo era amor, amor y amor. Vivía en mi propio cuento de hadas que en realidad no era tan bonito como las películas de Disney pero yo creía que incluso era más mágico que aquello. Vivía en un bucle de amor a dar, mejor dicho un sobredosis de amor a dar, a mi ''primer amor''. Como una princesa loca y agobiante iba todo el día diciendo lo mucho que le amaba, lo importante que era, que significaba toda mi vida para mi y que estaríamos juntos para siempre (que por cierto es IMPOSIBLE). Tuvimos nuestra historia de amor como en los cuentos que me contaban de pequeña, y un día tras unos años de repente se acabo, y se me rompió el pequeño corazoncito tal como pasaba en los cuentos con mal final. Estuve mucho tiempo agarrando me al pasado y convencida que el era el único y verdadero.
Estaréis preguntando porque escribo esta entrada, la verdad es que me he dado cuenta de muchas cosas. Principalmente me he dado cuenta que en aquella época no estaba enamorada, simplemente era una niña caprichosa que se había agarrado muy fuerte a su juguete favorito. Era demasiado pequeña, demasiado inmadura para una relación ''seria''. Me he dado cuenta que en ningún momento estuve enamorada de aquella persona, eso no significa que no le quería porque si que le quise pero era un capricho, no era algo sano. Solo me doy cuenta ahora, con mis veinte años. Me doy cuenta porque hoy estoy enamorada de verdad.




No hay comentarios:

Publicar un comentario